El mayor problema de Emmanuel Macron es que aplastó exitosamente a los partidos tradicionales franceses. Cinco años después, ni los conservadores tradicionales ni los antiguos socialistas se han recuperado de ese duro golpe. Artistas, sindicalistas, y los expresidentes François Hollande y Nicolas Sarkozy han llamado a votar para Emmanuel Macron. Pero les falta el respaldo de las legiones políticas, señala un despacho de la Deutsche Welle. La única reserva de votos digna de mención, casi del 22%, corresponde a los votantes del líder de la izquierda, Jean-Luc Mélenchon, que casi consigue desbancar a Le Pen del segundo puesto.
Pero a esos partidarios del socialismo al estilo de la RDA les resulta especialmente difícil elegir entre Macron y Le Pen en la segunda vuelta. “Ni lo uno, ni lo otro”, escribieron los estudiantes en un cartel en la Sorbona de París. Al observar el trasfondo sociopolítico de los planes de Marine Le Pen queda claro que, detrás de la fachada moderada, sigue habiendo planes de ultraderecha o, al menos, populistas de derecha. Si ganara Le Pen, eso sería un golpe de gracia para Europa. Desde la política económica hasta la migración, pasando por el reconocimiento del derecho comunitario, sus planes están tan alejados del consenso imperante, que Francia, como el segundo mayor miembro de la Unión Europea, probablemente despedazaría el bloque.
La política común hacia Rusia y Ucrania también llegaría rápidamente a su fin. Y las consecuencias militares para el futuro de la OTAN serían dramáticas: Francia es la única potencia militar creíble en Europa. No está en contra de Europa, pero quiere una Europa diferente, declaró Le Pen. “Europa es como una casa de propiedad comunitaria”, contestó Macron, añadiendo que no podría reconstruirse sin más.